Las obras de demolición se alargaron hasta el año 1958 y representaron la lenta agonía del barrio y la diáspora de más de mil setecientos vecinos. Fue una reforma urbanística brutal que no contó ni con vecinos y comercios, ni con la tradicional cohesión social del barrio, ni, mucho menos, con las fiestas y tradiciones. Una mala gestión que hizo desaparecer dramáticamente todo un barrio. La lenta demolición de edificios y el inaplazable desplazamiento de la mayoría del vecindario, durante la década de los años cincuenta, era una constante preocupación de los vecinos y de los comerciantes, la mayoría de los cuales tenían sus hogares y tiendas desde hacía muchas generaciones. El barrio de la Catedral era como un pueblo autosuficiente y, como decía Puig i Alfonso, "cuando alguien se tenía que casar buscaba la novia sin moverse de la plaza". La muerte del barrio era el sentimiento que lo presidía todo.
La Comissió de Festes, consciente de las terribles circunstancias por las que pasaban no sólo la continuidad física del barrio sino también las mismas relaciones vecinales y familiares, ejerció de auténtica Associació de Veïns i Comerciants. En 1950, la Comissió de Festes aumentó muy considerablemente el número de miembros, la mayoría, jóvenes que no se resignaban a ver desaparecer el barrio, sus tradiciones y el contacto entre vecinos. Sant Roc, y la Comissió de Festes, reaccionaron con energía.
La Comissió de Festes de Sant Roc actuó como una eficaz herramienta cohesionadora de vecinos, exvecinos y nuevos vecinos. Se programaron todo tipo de actividades para las Festes y más allá de las Festes: el Sopar de Veïnat, el Quadre Escènic de la Plaça Nova, el Club Esportiu Plaça Nova (con equipos de fútbol y de ajedrez), la organización de excursiones culturales o la gran celebración, en 1955, de los 600 años de la Plaça Nova, con la publicación de dos libros, el auca de la plaza y la renovación de los gigantes. De este esfuerzo vecinal nació un nuevo gentilicio reflejo de este espíritu resistente: plaçanovins y plaçanovines. De esta lucha titánica por la supervivencia del barrio mediante la Comissió de Festes se hicieron un gran eco muchos intelectuales y también la prensa de la época.