El 8 de agosto de 1936, bien entrada la noche, un grupo de incontrolados violentó la hornacina de Sant Roc de la plaza Nova y destruyó su imagen. Los trozos fueron recogidos y guardados por un vecino. Aquel año, a pesar de que todo estaba listo y el cartel de la fiesta casi terminado, no se celebraron las Festes. Hacía poco menos de un mes que había estallado la Guerra Civil y la ciudad vivía con incertidumbre los diferentes acontecimientos que se sucedían. El barrio durante tres años vivió una nueva y trágica epidemia: la guerra. Sin embargo, la Comissió de Festes no llegó a disolverse nunca.

El domingo 30 de enero de 1938, a las ocho y pico de la mañana, un escuadrón de la aviación legionaria italiana, aliada del ejército franquista, bombardeó la ciudad. El bombardeo afectó dramáticamente el barrio de la Catedral. Se derrumbaron o dañaron edificios de las plazas Nova y de Sant Felip Neri, de las calles de la Corríbia, del Bou de la plaza Nova, dels Capellans, dels Sagristans, dels Arcs, de la Palla...A las once de la mañana, un segundo y criminal bombardeo volvió a aquejar el barrio, y afectó incluso los servicios de urgencia y sanitarios que habían acudido a socorrer a los heridos. Las bombas dejaron doscientos diez vecinos muertos y setenta y cinco heridos. Más de veinte edificios quedaron destruidos o seriamente afectados.

Con el fin de la guerra y una vez instaurado el nuevo régimen del dictador general Franco, el mismo año 1939 se volvieron a celebrar las fiestas con los actos más tradicionales y, evidentemente, los religiosos. La Comissió de Festes aún no era consciente, como no lo era gran parte de la población, del alcance de la victoria fascista y de sus consecuencias. Aquel año para Sant Roc, además de la lógica y solemne restitución de la imagen del santo, se bailaron sardanas por primera vez en la ciudad después de la guerra. El baile de sardanas terminó en baile de bastones a cargo de unos individuos falangistas.

Durante los primeros años del franquismo la fiesta transcurre entre la censura y el control de todos los actos por las autoridades del régimen, el hambre y la miseria de muchos vecinos y la presencia predominante de los actos religiosos. Sin embargo, los miembros de la Comissió de Festes que quedaban vivos y el barrio hicieron todo lo posible por mantener el espíritu y la catalanidad de la fiesta con el Seguici, las sardanas y las actuaciones de grupos.

En 1940 las nuevas autoridades municipales franquistas, aprovechando los efectos del bombardeo de 1938, rescataron el antiguo proyecto del Plan de Reforma Interior para derribar edificios y abrir la proyectada avenida C. La que sería la avenida de la catedral hizo desaparecer las calles de la Corríbia, del Bou de la plaça Nova y de Sallent y transformó las de la Palla, dels Arcs, dels Boters, dels Capellans y dels Sagristans.